jueves, 29 de marzo de 2007

Carta a la extinción de Expaña

Querida Expaña:
Te acabas. Te pudres. Sólo nos queda de ti el ladrillo. Kilómetros y kilómetros de extensión de pisos vacíos. Campos de golf abandonados en el desierto del cemento. Los ladrillistas-especie de bandoleros que asaltaron bosques y caminos- han desarrollado un estómago capaz de extraer los nutrientes de piedra. Pero los demás, ni siquiera eso. No pudimos, necesitábamos paella, y buen vinito. Poceros crucificados a diestro y siniestro, es el único legado. Vaticinaron el déficit comercial, la caída económica. ¿Y cómo podía ser posible?, esgrimían los escépticos. Con la de euros que habían entrado, cual paquidermo de Aníbal, arrasando el Pirineo. Y sin dinero, ya, y con tantos inmigrantes. Y con esas ganas loquitas que teníamos de darnos de ostias. Así acabó. No hay turistas: solo un calor pegajoso. No hay arboladas, solo urbanizaciones desiertas. Querida Expaña, te has extinguido. Y se te digo la verdad, me importa una mierda.

28 de marzo de 2050. En algún lugar inhóspito, en un centro comercial abandonado, en una residencia de ancianos en donde solo huele a cadáver. J.R., su servidor.
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En tiempos de Plinio el Viejo decían que una ardilla podía recorrer las Iberias de punta a punta sin tocar el suelo, volando de copa en copa. En tiempos de Savater, el hipócrita, contaban que una cucaracha podía recorrer las Expañas de punta a punta sin salirse de la red de residuos. Ahora los campos de uralita los pueblan los espectros de los poceros, ¡vigila!, como hicieron en vida, te absorverán la médula espinal. jajajaja (risa diabólica). Conclusión: nunca debimos dejar de ser ardillas.