domingo, 25 de marzo de 2007

La naturaleza no existe


Descubrí a Zizek por casualidad. Fue en uno de mis rutinarios paseos por la ciudad, en un visita furtiva a una librería que encontré por (caótico) azar. Trayectos en los que me gusta sondear los misterios (de Barcelona, Madrid...), leer las claves y códigos ocultos, gritos subliminales que cuelgan de sucias paredes: papeles, flyers, graffitis, amenazas, insultos. Mugre y comunicación escondida en toda urbe que merezca este adjetivo.

También por casualidad leí una entrevista suya, de J. Rodríguez Marcos.

Transcribo aquí un párrafo de su libro Mirando al sesgo, una introducción a Jacques Lacan a través de la cultura popular. Sí: sólo un masturbador, un amante del cum on her face, podría haber comprado el libro sin conocer, a priori, este autor de linaje eslavo, violento artífice del apareamiento entre el psicoanalisis y el comunismo. Aunque me excuso admitiendo que chiflo con lo balkaniko- Zizek es esloveno-, con la mente naufragada entre orillas irreconciliables. Además, citándole, la masturbación cobra un sentido nítido, radical: "la lógica masturbatoria rige las relaciones sociales. Es como Internet: todos conectados pero aislados". Así que, finalmente, todo parece lógico: una llamada, una mueca, de lo real.

La naturaleza no existe.

El joven Hegel propuso una definición posible de hombre: "la naturaleza enferma de muerte".

El carácter radical de la crisis ecológica no debe subestimarse. Esta crisis es radical por el peligro que representa: lo que está en juego no es sólo la supervivencia misma de la humanidad. Están en juego nuestros presupuestos más incuestionables, el horizonte de nuestros significados, nuestra compresión cotidiana de la naturaleza como un proceso regular, rítmico. La crisis ecológica socava la certidumbre objetiva: "Sé muy bien (que las cosas son tremendamente graves, que lo que está en juego es nuestra supervivencia misma) pero de todos modos... (en realidad no lo creo, no estoy realmente preparado para integrar ese hecho a mi universo simbólico, y por ello continúo actuando como si la ecología no tuviera consecuencias duraderas en mi vida cotidiana)"

Pero... Para desembarazarnos de esta economía predominantemente obsesiva, tenemos que dar un paso más y renunciar a la idea misma de un equilibrio natural supuestamente perturbado por la intervención del hombre como "naturaleza enferma de muerte". La naturaleza no existe: no existe como un circuito periódicamente equilibrado, sacado del carril por inadvertencia del hombre. Ésa es la lección de las recientes teorías del caos: la naturaleza es ya, en sí misma, turbulenta, desequilibrada; su regla no es una oscilación equilibrada en torno a algún punto de atracción constante, sino una dispersión caótica dentro de los límites de lo que la teoría del caos denomina el "atractor extraño", una regularidad que dirige el caos.

Y, por lo tanto, a nosotros mismos. Somos caos, luego, existimos. Durante toda mi vida alguien ha intentado corregir mi caos, y yo me asfixio diariamente. Descubrí a Zizek por casualidad...

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