sábado, 10 de marzo de 2007

Avatar errante

Solo dijo: "quítate la ropa". Y, acto seguido, follamos en el Second Life. No puedo llamarlo amor, porque fue frío, como pedir champú en el supermercado, o firmar el resguardo de la tarjeta de crédito. El amor, en cambio, es cosa de mails y poemas bastardos. En realidad, dos personas usamos un mismo avatar para amar a la chica. Dirigimos al Don Juan-bautizado Mierda Flota- por las penumbras y bajos fondos del click sexual. Dentro de la chica quizá estuvieran otras dos, o incluso tres, o tal vez, en realidad, no fuera la holandesa, de textura rubia y escultural, que goza del perreo y aúlla a un kernel compilado. Ayer descubrí que -tanto en Second Life como en la vida real- follar no es cosa de dos, si no de miles. Muchos pueden colarse, entre gemido y chillido, en esta cita, y deslizarse y asomarse en cada gota de sudor. Nuestra personalidad es un pozo de avatares salidos. ¿Quedamos en mi segunda vida?

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