domingo, 8 de abril de 2007

El pueblo sin el pueblo


Demopifias y demostias. Que listos han sido los hijos de puta al hacernos participes nominales, ya que no formales, de sus fechorías. Me encanta la democracia, es el poder del pueblo sin el pueblo. Tú, pueblo, levanta. Lázaro, sigues ciego.

Este el juego. Los señores de la matanza, impunes. Regresan sonrientes a casa. Besan a su mujer. Acarician el pijo de sus hijos. Deambulan cual mono de feria. Y cobran millón por plátano vendido, conferencia. Colmados de honores y triunfos: su mirada en la retrospectiva histórica. Magistral class in Georgetown.

El designio del pueblo es una rifa: yo elijo a un político, a un partido, a un banco, a una multinacional, a un lobbie, a un cártel, a un grupo secreto... Y entonces, vuelta a la rueda de la fortuna, gira la ruleta de la injusticia. Cuatro años, y cualquier cosa- guerra, exterminio, abuso de poder, corrupción, represión, mentira, incremento de la pobreza, desigualdad-, cualquier cosa será admitida por soberanía legítima, por decreto constitucional. Si el pésimo resultado no nos gusta, si parece un escándalo lo ocurrido en 4 años, no importa, vuelta a empezar: elijo a un presidente, a un partido, a un banco...

Noticia de última hora: La muñeca chochona acaba de ser violada en Irak.

Los líderes son impunes. Nos convencencen a diario de que sus decisiones arbitrarias, toscas, y malditas, fueron elegidas por nosotros, la masa, el flujo caótico de las mayorías.

Ni las ratas, ni las cucarachas, se atreverán a pedirles cuentas, porque al fin y al cabo esto fue la decisión de una gran mayoría, y si no nos gusta tenemos la opción de reiniciar (reload), como una máquina que olvida a los muertos, el olor a quemado, la cizaña vertida en los campos inmundos de la estadística.

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